En Chile se habla de tesoros escondidos, de entierros tapados y de derroteros mineros.
Los tesoros escondidos tienen, para el pueblo, en encanto de las leyendas de los paritas, de los tesoros que los filibusteros sepultaron durante sus correrías por estas costas. En Chile, como en América, dichos tesoros corresponden a botines de piratas que pensaban volver un día a retirarlos, para cuyo efecto hacían que sus subalternos cavaran un foso más o menos estratégico, después de lo cual, los asesinaban por la espalda, a fin de que no revelaran el secreto. En nuestro país, existieron varios de ellos; pero sin duda, el más popular es el del pirata Drake:
Los entierros o tapados, pertenecen un poco al misterio, a la brujería, a las alucinaciones, en las que no faltan extraños aparecidos o luces que se corren. Hay ciudades y zonas con prestigio de guardadoras de grandes entierros. Es sabido que, en los tiempos antiguos, no había bancos ni cajas de fondos y el temor a los robos hacia que los valores se enterraran en hoyos en el suelo o en cavidades que se practicaban en los murallones. La costumbre de los entierros se generalizó en chile durante la guerra de la Independencia y durante las revoluciones políticas que vinieron después, con el objeto de poner los tesoros a cubierto de la rapacidad de los vencedores.
Encontrar algunos de estos entierros se hacía, luego, difícil, pues sólo en grado de muerte sus propietarios hacían entrega de las señas de ubicación correspondientes, las que, por lo general, no eran muy explícitas, cuando no, las personas adineradas no alcanzaban a informar y morían sin dar noticias del codiciado paradero.
Y vienen los derroteros mineros. Para los mineros, cada tesoro escondido en las entrañas de la tierra tiene su dueño y este dueño, es un genio que lo defiende, vigila sobre él, lo esconde algunas veces bajo la forma de un guanaco, otras, de un enorme zorro, de un buitre o de un cabro negro que desaparece por entre las grietas.
Los cateadores, los burreros, los cabreros, cuentan que las vetas, los reventones de plata u oro, son cuidados por un zorro rojo, que es de lomo cerdoso y cola erizada. Este zorro rojo es, para los mineros, un brujo transformado en animal y es él quien resguarda o es dueño de los reventones.
Las referencias de tesoros, entierros derroteros mineros corren de boca en boca. Pero, para sacarlos hay que cumplir con algunas recomendaciones y creencias.
TESORO DEL INCA: Los pobladores del desierto de Atacama, ubican el Tesoro del Inca en una laguna, que estaría en la cumbre del cerro Quimai. (N.O. del Salar de Atacama).
La muerte del Inca Atahualpa, acaeció en 1533. Y se sabe que la caravana que viajaba levando los tributos en dirección al Cuzco., fue informada que el Inca había fallecido. Los caravanistas portaban catorce y media arrobas de oro, que era el tributo. Los indios, sin saber qué hacer con el tesoro, habrían depositado la valiosa carga en el fondo de la laguna del cerro Quimal.
Se cuenta, que algunos habitantes de las cercanías han realizado búsquedas y han logrado extraer objetos que dan mala suerte a sus poseedores.
TESORO DE LA BAHÍA DE LA HERRADURA: En la Bahía de la Herradura, que hoy se conoce con el nombre de Guayacán y que está junto a Coquimbo, los piratas enterraron un tesoro.
En el año de 1578, el corsario inglés Francis Drake, descubrió la bahía de La Herradura, así llamada por su forma. Desde ese mismo instante, la bahía pasó a ser el refugio de pirates y filibusteros, como Bartolomé Sharpe, Eduardo Davis, Jorge Anson y otros de menos nombradía.
Drake convirtió esta bahía en refugio y en sus costas enterró el producto de sus correrías, robando en cientos de combates. Este tesoro consistiría en miles de barras de oro y plata; cientos de miles de monedas de oro, mil doscientos zurrones de oro en polvo, veinte ollas de oro y diez tinajas de joyas.
TESORO DE LAS ISLAS JUAN FERNÁNDEZ:
Las islas de Juan Fernández, refugio de corsarios y bandoleros, se sabe que es un lugar que guarda riquezas, tesoros escondidos. Mucho son los sitios señalados como tales y pocos los casos de hallazgos.
TESORO DE LA ISLA DE IMELDEB: En Chiloé, en la isla de Imeldeb, por la parte que mira hacia Quehui, existe, según la creencia local, un valioso tesoro, dejado allí por algún buque corsario que, se cree, naufragó en ese punto, a consecuencia de una persecución que sufrió de parte de los buques españoles.
Desde esa fecha, la existencia de ese tesoro ha corrido de boca n boca, y son muchos los que se han trasladado a ese lugar a practicar excavaciones durante la noche.
TESORO DE PEDRO DE VALDIVIA: En el camino de Pitrufquén a Villarrica, se habla del Entierro de Pedro de Valdivia. La gente cuenta de unos aparecidos en la vuelta de los cerros; estas visiones tendrían que ver con parte de un tesoro. Los vecinos aseguran que aparecen españoles con sus armas y armaduras.
TESORO DE LA MARQUESA: Es otro de los grandes entierros que se conocen en el norte. Se cuenta que una hermosa y riquísima marquesa criolla se había visto obligada, en época pasada, a abandonar sus dominios para salvarse de la sublevación de su encomienda, y que había puesto a salvo sus joyas y caudales, encerrándolos en el socavón de una mina que quedaba en los cerros de una hacienda llamada la Marquesa, en recuerdo de la que había sido su aristocrática propietaria. Agregábase que la noble dama, muy bella, por supuesto, acompañada de dos fieles servidores, se internó cordillera adentro y que un temporal la había lanzado a un abismo insondable.
TESORO DE PUERTO VIEJO: Entre Copiapó y Caldera, más cercano a este puerto, se encuentra el tesoro denominado de Puerto Viejo. Aquí, en una cueva, habrían guardado un gran tesoro los españoles.
ENTIERRO DE LA QUEBRADA DEL FRANCÉS: Cuenta la tradición, que algunos piratas que tuvieron conocimiento del fabuloso tesoro enterrado en la bahía de La Herradura, por la Hermandad de la Bandera Negra, lo desenterraron y, como no pudieron llevárselo inmediatamente, lo cambiaron de sitio. Y el nuevo lugar elegido fue Papudo, otrora pequeña bahía oculta y guarnecida. Pero, el entierro se habría hecho tierra adentro, en el sitio llamado la Quebrada del Francés.
ENTIERRO DE CARELMAPU: El corsario holandés Enrique Browner, que asaltó Castro, Calbuco y Carelmapu, hizo que muchos de los habitantes de estas poblaciones se recogieran pueblo adentro, los que en su fuga fueron enterrando sus bienes, sus valores.
Algunos prisioneros dieron referencias y dijeron que en unos bosquecillos, en Caremapu, los prófugos habían ocultado inmensas riquezas.
Con estos antecedentes se comenzó la búsqueda y sólo se encontró un cofre con 325 pesos de a ocho reales y veintiséis libras de plata labrada.
Los buscadores de entierros no creen que este cofre pueda ser el total del caudal de poblaciones que huían llevándose todo cuanto tenían, y por ello continúan las búsquedas.
ENTIERRO DE DRAKE: Drake, el aventurero, a quien llamaban Azote de Dios, robó en Valparaíso oro en polvo, saqueó los galpones aduaneros repletos de mercaderías; se proveyó de víveres y se apoderó de objetos de valor tanto de las casas particulares como de las iglesias.
Este pirata temía caer prisionero de los buques españoles, y se cree que el botín que cogió en Chile lo enterró, antes de partir, en un rincón de la costa, cercano a Arica.
ENTIERRO DE LAS PATAGUAS DE QUILPUE: Es un entierro que la gente ubica cercano a este pueblo, junto a unas pataguas que muchos aseguran han visto convertidas, en las noches, en verdaderos árboles de Pascua. Miles de luces, de los más variados colores, las adornan. Dicen que estas luces suben incansablemente por las ramas hacia la copa, hasta convertirse en una llamarada. Aquí, en este sitio, durante muchos años se ha buscado el entierro, y se ha llegado hasta derribar las pataguas.
ENTIERRO DE LA PIEDRA DEL PADRE: En el Cajón del Maipú existía la llamada Piedra del Padre, por su parecido a una figura humana vestida con hábitos sacerdotales. Bajo esta semejanza, la creencia popular veía a un guardián de un entierro de los Jesuitas o de un monje. Hasta que un día apareció un desenterrador e hizo volar la piedra y se afirma que nada encontró.
ENTIERRO DE LA LAGUNA DE ACULEO: Después de la derrota de los chilenos en Rancagua, algunos ricos que vivían no muy lejos de aquel lugar se propusieron poner a salvo sus caudales. Así, se encajonaron oro, plata, piedras preciosas y una rica vajilla, que se acondicionaron en una carreta. Un antiguo mozo de la hacienda lo trasladaría todo a la República Argentina. Pero no había llegado a las inmediaciones de la Laguna de Aculeo cuando le aparecen los españoles, y antes de entregarse a ellos, le clava picana sus bueyes y los guías lago adentro. El peso de todo lo que conducía hizo que se hundiera profundamente en el fango.
ENTIERRO DEL LAGO DE LOS CRISTALES: Se cuenta que, buscando refugio para eludir una tormenta de nieve, llegó hasta unas rocas que orillan el Lago de los cristales un arriero y su tropilla de mulas. A este amparo se durmió, mientras las aguas del lago excedieron su nivel, arrastrándolo hacia su fondo, conjuntamente con las mulas, que portaban una carga de oro.
Narran que ciertas tardes de sol se ven en el fondo el arriero y sus animales, y hasta se siente el sonar del cencerro de la mula madrina. Otros aseguran que las mulas salen de la laguna y, arriadas por el hombre, toman una huella.
ENTIERRO DE LOS JESUITAS EN OCOA: Famoso es el entierro de las cargas de oro de los jesuitas, en la Hacienda de Ocoa, a raíz de su expulsión de toda América, en 1767. Ras este entierro, han andado varias expediciones. Se asegura que el entierro fue picado, pero que no se le pudo extraer a causa del material resistente, aun a la dinamita, que cubre la entrada de la bóveda.
Según el pueblo, pesa una maldición sobre aquellos que intentan apoderarse del entierro.
ENTIERRO DE LO ÁGUILA: Cercano a Santiago está el fundo Lo Águila, en el cual existiría un gran entierro de oro; valiéndose de esta referencia, han llegado a ese sitio gran cantidad de buscadores con el dato preciso respecto a dónde está ubicado, pero sin lograr dar con él. Como este entierro cobra actualidad cada cierto tiempo, los propietarios del predio donde se le sitúa, han recurrido a la justicia para evitar las molestias y perjuicios que le ocasionaban los que iban a la segura.
ENTIERRO DE LA CALLE MIRAFLORES: En la ciudad de Santiago, existe un entierro que ha sido muy buscado; sobre sus buscadores habría caído la ruina y, sobre otros la muerte.
Este entierro tuvo entre sus trajinadotes al gran poeta peruano, José Santos Chocano, quien tuvo que pagar una multa porque no se tapó la excavación el día que venció el plazo de la licencia municipal. Igualmente, después moría a causa de una puñalada por la espalda que le asestó otro sacador de entierros.
ENTIERRO DEL RIÓ MAPOCHO: A las orillas del río Mapocho, a la altura de la calle 21 de mayo, se encuentra un gran entierro. La historia de éste se remonta a la época de don Pedro de Valdivia, y de uno de sus compañeros, el brillante Alférez Real, Miranda. Los planes de este entierro se guardaron durante largos años en la Municipalidad de Santiago.
DERROTERO LOS TRES PORTEZUELOS: Ha exaltado la imaginación no sólo de los rudos mineros, sino que también de hombres cultos que en el tiempo del auge minero fueron cateadores incansables.
El derrotero de los Tres Portezuelos no ha llevado a nadie por el camino seguro, no se ha revelado a sus cateadores aunque las huellas seguidas son las exactas partiendo desde Copiapó.
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